Desde 1935 nuestra imagen titular es el Cristo Yacente del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana.

En el Siglo XVII la temática de Cristo en el sepulcro fue algo muy usual, pero en el caso de Valladolid contaba con notables precedentes, como es el Yacente de El Entierro de Cristo de Juan de Juni. Pero fue Gregorio Fernández el que abandera la tipología propiamente dicha, siendo copiado profusamente tras su muerte.

El punto de vista prioritario es el frontal (entendiendo éste como el costado derecho) y por ello todo el cuerpo, y especialmente la cabeza, se gira hacia la derecha para favorecer la contemplación. Por esto mismo la pierna izquierda monta sobre la derecha y también el paño de pureza queda interrumpido por este lado para potenciar el desnudo natural. Tampoco podemos olvidar la base que le hace de peana, que cuenta con algún centímetro menos que el lado opuesto por esta misma razón. En este caso el cuerpo descansa sobre dos almohadas, una ampliamente visible en contacto directo con la cabeza y la otra, más pequeña, oculta bajo la sábana y decorada con tela y pasamanerías.

En los cabellos se han descubierto recientemente los restos del dorado a la sisa que remarcaba el modelado de los rizos. Algunos de estos rizos están tallados de forma exenta.

El naturalismo de esta imagen es sobrecogedor y además se ve potenciado por elementos postizos como son los ojos de cristal, las uñas de asta de toro, los baldeses de cuero para las heridas y las gotas de resina que acompañan a la sangre del costado. Esto último responde a lo que dice el evangelio de San Juan referente a que tras la lanzada brotó sangre y agua.

En cuanto a la autoría de este altorrelieve la cosa es más complicada. Las primeras atribuciones, realizadas a principios del Siglo XX, lo dan por obra de Gregorio Fernández, pero con el tiempo se van decantando porque sea obra de taller. Pero últimamente se propone a Francisco Fermín, uno de los oficiales de Fernández, como autor. Esto se basaría en un documento según el cual el Conde de Castro contrató en 1636 con Fermín la realización de un Cristo natural en su sepulcro del tamaño y forma que hizo otro para la señora doña Isabel de Villagutierre. Ese encargo sería supuestamente el yacente de Santa Ana y al que se hace referencia es el yacente que a día de hoy se encuentra en la iglesia de Santa María la Nueva de Zamora. Pero el asunto no es tan sencillo, fundamentalmente por tres razones; una meramente estética que denota mayor naturalismo en el de Santa Ana. Otra lógica; En esa época no existe aparentemente ningún vinculo entre la comunidad y los condes de Castro. Y otra curiosa; exceptuando la referencia ya citada el nombre de Francisco Fermín sólo está relacionado con otra obra y no de excesiva importancia.

Sobre todo éste asunto aún no está dicha la última palabra. La tradición oral tenía dos versiones sobre la forma de llegar el Cristo al convento. Una de ellas dice que fue depositado en el zaguán por algún desconocido para que allí lo custodiaran (la fecha en la que podría haber ocurrido esto es indeterminada), mientras que en otras se dice que pudo ser donación de Carlos III a la comunidad tras la reedificación del monasterio. Pero lo único claro hasta el momento, y que elimina la segunda hipótesis, es que la imagen ya estaba en el convento en el Siglo XVII según las referencias recientemente encontradas, es más, siempre estuvo en la sala capitular incluso antes de la reedificación del convento a finales del Siglo XVIII. Por lo tanto, la idea de que el Cristo pudiera formar parte del retablo mayor de la Cartuja de Aniago, desmantelado tras las desamortizaciones de la primera mitad del XIX, tampoco sería cierta.

Otro aspecto por aclarar es lo que dice Canesi, hacia 1750, al referirse a la fundación del convento cuando comenta: …condujeron a Valladolid las cenizas de los ilustres fundadores del monasterio de Paredes, hasta hoy yacen en el testero del coro bajo del santo sepulcro que allí tienen; reverenciando, como agradecidas su memoria. Habrá que inclinarse a pensar que se trata de un error del autor y que se refiere a la sala capitular ya que las referencias encontradas son claras; el Cristo estaba en un retablo en capítulo y esta misma idea, aunque con un nuevo retablo, se mantuvo tras la reedificación del monasterio.

El interés de esta cofradía es contar con la verdad. Sea quien fuese el autor de esta talla el trabajo que hizo fue impresionante, y el valor que tiene tanto para la comunidad de religiosas del Real Monasterio como para la cofradía no se mide con estos parámetros. Seguiremos investigando para contar con esa verdad, que a día de hoy sólo es una; este yacente sigue los cánones creados por Gregorio Fernández.